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Abel Pintos, 30° aniversario: del pequeño negociador de 11 años a la voz del éxito y la necesidad de nuevas canciones

¿Se puede contar o analizar la vida de una persona a través de los números? Sí y no. Se puede establecer una línea de tiempo y poner cifras a sus éxitos. Se puede mensurar instantes, temporad...

¿Se puede contar o analizar la vida de una persona a través de los números? Sí y no. Se puede establecer una línea de tiempo y poner cifras a sus éxitos. Se puede mensurar instantes, temporadas, épocas, momentos que, por algún motivo, se quiera recordar. Se puede contabilizar años para festejar aniversarios. Pero no se puede establecer cuánto ha costado todo eso. Se puede contar la cantidad de años que Abel Pintos lleva sobre los escenarios -comenzará pronto a festejar las tres décadas- pero los números no sirven para hablar del niño de 11 que se plantó frente a la directora de la escuela para negociar su primer contrato por un show. En realidad, no hubo tal contrato, ni dinero de por medio, pero esa situación es la que Abel toma como punto de partida. Fue por su show del 17 de agosto de 1995; negoció su participación en un acto escolar por la posibilidad de dar un recital, culminada la celebración de las efemérides sanmartinianas. ¿Mente brillante? ¿Negociador nato?

Según su propio relato, allí comenzó todo, en una escuela de Ingeniero White. Después, a lo que vino después, si insistimos, le ponemos números: 11 discos de estudio y tres en vivo, shows que se cuentan de a cientos, una docena y media de premios Gardel (tres de ellos son estatuillas doradas, las más importantes).

“Yo le había propuesto a la directora de la escuela cantar una canción en alusión a la fecha que se celebraba y luego hacer un microconcierto. Ese fue el primero de cinco que hice con mi hermano Ariel, con quien seguimos trabajando”. Astuto el muchachito. Consiguió eso que hoy está de moda llamar “residencia”, aunque para aquel momento no fuera más que un ciclo gratuito de shows. Bueno, de “microshows”.

-Además de músico, eras un pichón de productor si vos mismo hiciste el acuerdo.

-Lo gestioné yo. Le dije a mis padres que me quería dedicar a cantar, que soñaba con ser cantante. Entonces, de manera muy honesta me dijeron que estaban para acompañarme, pero no estaba en sus posibilidades hacer demasiado por mí, digamos. No podían mandarme a estudiar música, ni canto, ni nada. Entonces, si yo encontraba espacios o posibilidades o lo que fuera, ellos me ayudaban en la parte adulta, pero no podían hacer mucho más. Y así me puse a gestionar, a ver cómo y por dónde podía empezar.

-Tus padres apoyaban hasta ahí, pero no faltaron los sándwiches de milanesa que hacía tu mamá en la grabación del primer disco.

-En realidad, mi mamá nunca dejó de hacerme las milanesas. Cuando las hacía para la grabación era porque los hijos tenían que comer, no porque eso fuera a aportar a algo de lo que estábamos haciendo. Mi mamá nunca firmó un contrato, mi papá nunca se metió. Teníamos apoderados. Ellos nunca tuvieron que ver con el negocio. Ellos siempre cuidaron a sus hijos, se aseguraron de que estuvieran lo más protegidos y cuidados posibles. Al día de hoy, es lo que les preocupa. Mi mamá me llama para a ver si me llevé abrigo. Mi papá lo mismo. No si firmé un contrato ni con quién.

-Tu primera actuación en el festival de folclore de Cosquín, en 1998, habrá sido la bisagra artística. Recuerdo que en ese enero de festival tu nombre resonó mucho.

-Se dieron varios factores al mismo tiempo. Una sincronicidad que después no se volvió a repetir, para mí y para muchos de los que somos de esa generación. Se dio que era el regreso de León a Cosquín, creo, después de 15 años. Y León era el productor de mi primer disco. Fue muy beneficioso el espacio que él me dio en su escenario, hasta estar con él en una conferencia de prensa, con todo lo que eso significaba. Todo lo que él derramaba era enorme. Además, fue un Cosquín muy sensible, en muchos órdenes también. Recuerdo ver a todos los fotógrafos con la pechera de José Luis Cabezas. Creo que, en momentos sociales sensibles, la música hace un trabajo; corre como un río embravecido, ¿viste? Tiene una llegada muy particular. Además, había un clima muy abierto en el folclore para jóvenes y niños como nosotros, desde dos veranos antes, con la llegada de Soledad. Y de mí, hacia adentro, la experiencia Cosquín lo valía todo aunque al otro día nadie se acordara. Luego está la vigencia. Termino de sacar como conclusión que la vigencia tiene que ver más con una decisión. Vos tenés que decidir estar vigente.

Cambio de curso

-En tu caso funcionó. Pero, quizá, en otros no alcanzó solo con actitud.

-Para mí todo tuvo una lógica. Fue progresivo y tuvo mucho sentido. Porque la realidad es que cuando el público, los medios y la industria me conocieron, yo tenía 13 años. Pero la cosa comenzó a solidificarse a los veintitantos. Y tiene su lógica porque lo más probable es que uno entre los 13 y los veintitantos cambie de idea. Y de curso y de todo. Creo que la consolidación de mi relación con la industria, con el público y con los medios, se dio cuando estuve listo para eso.

-Hay cosas que vienen por añadidura, como el hecho de convertirte en un personaje público. ¿Qué te llevó al cambio de tener las puertas cerradas a abrirlas a tu casamiento, a tu familia? ¿Solidez para hacerlo?

-Claridad, solidez y ganas de mostrar las cosas de las que te sentís orgulloso. Siempre elegí la música porque es la forma más concreta que encuentro de poder contar mis cosas. A través de la música yo conté siempre todo, después cada quién hace su propia película con cada canción. Contar cosas fuera de la música me cuesta mucho, no encuentro la manera. No hablaba de mi vida fuera de la música porque solo vivía para hacer música. Hoy soy el papá de... No soy un músico que tiene hijos. Es al revés. Tiene que ver más con eso que con mostrar o no mostrar. Al día de hoy, las cosas que no son sólidas en mí, sigo sin mostrarlas.

-¿Qué quedan para terapia?

-Sí, por supuesto .

-En esa vida anterior de “solo música” también te habrás perdido situaciones que vivieron amigos durante la adolescencia. ¿Te arrepentís de algo de eso?

-No. Ni un minuto. Pero comencé terapia, justamente, porque las materias que no das en distintos cursos de la vida, las tenés que dar tarde o temprano. Esto es: yo quemé varias etapas y en un momento la vida me dijo, te faltan dos o tres cursos, tenés que hacerlos. Y tuve que reordenar. Eso sí es cierto, porque a medida que fui entrando en la adultez, cuando formé una familia, empezaron a quedar expuestas las partes de mí que no estaban completas porque son esas etapas que quemé. Que no transité. A través de mis hijos tuve que revisarme como hijo. Y través de mi paternidad tuve que revisar mi relación con mis padres y así. Es un ejercicio muy interesante. Una cosa alimenta la otra y colaboran. No me gusta ir tanto al choque, me gusta más buscar la colaboración.

-¿Sos de ir más a la colaboración porque en algún momento ibas al choque?

No. Tengo un carácter naturalmente conciliatorio. No soy un tipo que sirva para pelearse. No es mi carácter.

-¿Qué tan fácil es? No sos un cantante que solo sube al escenario y deja que del resto se ocupe su manager. Te dedicás a producir para vos y para los demás, estás en los detalles.

-Trabajar con mucha gente me ha servido para aprender el sentido y la importancia de los vínculos.

Armar y desarmar

-Con 30 años de experiencia en la música, ¿tenés armado algún decálogo de lo que hay que hacer y lo que no?

-Creo que todo es un proceso. Nada empieza ni se construye de un día para el otro, por tanto nada termina y se destruye de un día para el otro. Todo tiene que ser un proceso en mi cabeza. Cuando voy a empezar a trabajar con alguien, no es de un día para el otro. Es un proceso hasta llegar a los objetivos que nos pongamos. Y si un día tengo que dejar de trabajar con esa persona, también es un proceso dejar de trabajar. Nosotros usamos mucho las palabras “vamos a empezar a desarmar esto”. Es para que nadie salga herido. Hoy no soy un gaucho y mañana un gótico . Es un proceso.

-¿En cuál parte del proceso estás hoy?

-Habiendo decidido hacer un tour de ocho ciudades por los 30 años. ¿Por qué la decisión no fue hacer un álbum de repaso de estos 30 años con nuevas versiones? Es una idea que barajamos, muy lógica, muy a la mano, muy tentadora.

-¿Por qué la descartaron?

-Porque no me quiero quedar ahí mucho tiempo.

-En principio es sano pensarlo así. Está bien “autocelebrar” una carrera de tres décadas, pero eso detiene lo creativo. Suena bien para alguien de 70, pero no para vos que tenés 41.

-Claro, ahora sigo teniendo muchas más preguntas que voy a ir respondiendo en canciones, seguramente. La creatividad no es un flujo constante. Cuando viene, hay que aprovecharla. Sacar una canción ahora, pronto, y pasado el verano ya quiero dedicarme directamente a otras, para que eso construya un disco nuevo. Hace cuatro años que no edito un disco nuevo. Lo último que salió, Gracias a la vida, es de covers. Dejar esa dinámica de los conciertos para volver a dedicarme al tiempo de estudio, significa una movida muy grande para mí.

-Tampoco será fácil no aprovechar enviones. Después de más de 30 conciertos con Luciano Pereyra podrían haber planeado giras, disco y mucho más.

-Con Lucho pusimos un principio y un fin, porque para poder hacerlo tuvimos que frenar otras cosas. Él suspendió la gira de un disco que había editado hacía nada. Hizo media gira. Por eso dijimos: “Hagamos algo grande que nos llene el alma y que podamos compartir con el público”. Los dos sabemos que podemos estar diez años con eso porque la conexión es buenísima. Gira argentina, en el exterior, discos. Y fue por eso que dijimos: comencemos acá y terminemos acá.

-Quizás en el futuro puedan planear otras cosas.

-Sin ningún lugar a dudas. Yo soy un tipo muy del vivo, tengo ideas de espectáculos míos o compartidos todos los días. Y tengo un equipo que, cuando nos ponemos, lo hacemos en nada, funcionamos muy bien. Y es por todo eso que tengo que parar y empezar a pensar en música nueva.

Sin condicionamientos

-¿Los números o los tiempos se convierten en presiones?

-No. Cuando pensamos hacer 30 funciones en el Teatro Ópera decidimos ponerlas a la venta todas juntas. Si me preguntabas si alguna vez había vendido 65.000 tickets de un tirón, la respuesta era no. Pero estaba convencido de que los iba a hacer. Tengo un show que es hermoso, confío en que la gente más tarde o más temprano va a venir a verlo. A mí me gusta mucho ir a ver teatro. A veces veo obras increíblemente exitosas un día que, quizá, están a mitad de sala. Lleno o mitad de sala no modifican el producto final ni el entusiasmo de los actores.

-Bueno, pero sos un tipo más acostumbrado al lleno en sus shows.

-Pero hice conciertos en teatros donde no iba nadie. La primera vez que canté en Buenos Aires fue en 1998 y el primer lleno fue en 2006. Ni hablar que eso lo vivimos. Por eso es que no me tiro a una pileta si no veo que tiene agua. Se hace un análisis. Pero no estoy aferrado a los números porque hay cosas que no se pueden controlar y en eso la Argentina es muy brutal. Cuando los números son grandes es hermoso, pero no me condicionan a la hora de tomar decisiones. Hoy lo que necesito es darle canciones nuevas al público, porque siento que después el público las amplifica.

-Un artista más de catálogo que de un “hit de verano”.

Claro. Que “Motivos” sea la canción que es, no le encuentro ninguna clase de explicación. Está en el disco Abel. Quería que estuviera, me gustaba, pero no tenía expectativas. Hoy es, probablemente, si no la más grande, la más clásica que pueda tener en 30 años de carrera. Me sorprende cuando escucho al público cantarla, o cuando voy a la cancha y la cantan. Ahí digo: “Es mía, loco.” Te juro. Y es por eso que si me encuentro sobreanalizando la eficacia de un estribillo, digo: ¿Por qué estoy haciendo esto? Si nunca fue garantía de nada. Y en ese sentido también tuve mucha suerte, incluso en el trato de la compañía discográfica, Sony, que nunca me presionó. Me da mucho apoyo, estímulo. Tuve la bendición de que varios discos y muchas canciones se hicieron muy grandes y atravesaron varias generaciones, hoy tengo un catálogo muy fuerte.

-Salgamos de la industria. ¿Qué fuiste a hacer, hace un rato, a la UBA?

-Un acuerdo. Porque cuando comenzamos a pensar en lugares para los 30 años, vimos que había unos 300 recitales hasta fin de año. No era sencillo. Y en un momento pensamos en Ciudad Universitaria . Y cuando cerramos esto le pedimos a la UBA que nos avale para darle una serie de beneficios o descuentos a la comunidad universitaria: alumnos, exalumnos, docentes y trabajadores de la UBA. En definitiva ya tenemos una relación con ellos desde hace años.

-Hiciste el festejo de los 200 años, en la Facultad de Derecho, donaste regalías del disco Alta en el cielo a dependencias de la UBA . ¿Cómo ves el presente universitario público?

-Siempre digo que yo me encargo más de hacer, desde donde puedo, que de opinar. Porque luego las opiniones generan más opiniones. Y como dije al principio, para mi hay procesos. Uno apoya la educación pública. Las cosas se pueden ordenar, se pueden mejorar, se pueden ajustar. Toda administración necesita regulación y orden constante, pero de ahí a romper con las cosas... Yo no estoy de acuerdo, en general.

-En lo personal, ¿qué tan lejos pensás a futuro?

-Soy medioplanista. Soy muy práctico, me gusta empezar y terminar las cosas. Hoy mi único plan son las canciones nuevas. Lo que sí tengo es un deseo. Cuando cumplí 11 años, estaba por soplar las velitas y en lugar de pedir los deseos pensé que, si llegaba a cumplir 91 y todavía podía subir a un escenario, iba a poder festejar 80 años con la música. Si hoy mis hijos vienen y me dicen que quieren ser astronautas, yo no les voy a decir que no lo van a lograr, porque lo que yo quería era algo impensado para mis padres.

Para agendar

Abel Pintos, 30° aniversario: 24 de noviembre en Rosario (Anfiteatro Municipal) y 6 de diciembre en la Ciudad de Buenos Aires (Ciudad Universitaria).

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/musica/abel-pintos-30-aniversario-del-pequeno-negociador-de-11-anos-a-la-voz-del-exito-y-la-necesidad-de-nid04102025/

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