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De las encuestas a las urnas: una mirada metodológica

Las últimas elecciones legislativas bonaerenses expusieron nuevamente la complejidad de realizar estimaciones electorales a partir de encuestas. En particular, el desdoblamiento electoral, la baja...

Las últimas elecciones legislativas bonaerenses expusieron nuevamente la complejidad de realizar estimaciones electorales a partir de encuestas. En particular, el desdoblamiento electoral, la baja participación y el peso de lo municipal complicaron los pronósticos del pasado 7 de septiembre.

Las elecciones legislativas del 7 de septiembre en la Provincia de Buenos Aires no solo fueron relevantes en términos políticos —con la disputa en la conducción del peronismo y la eventual validación de la gestión del Gobierno nacional— sino que también, como suele ocurrir luego de una elección significativa y sorpresiva, reavivaron una vieja discusión metodológica: ¿qué tan confiables y certeras son las encuestas de intención de voto para anticipar los resultados electorales? En algunos contextos, las estimaciones de las encuestas preelectorales no coinciden con los resultados de las urnas, y esa brecha despierta cuestionamientos sobre la utilidad de los sondeos.

Más allá de esta coyuntura, el caso bonaerense funciona como excusa para repasar los problemas clásicos de la metodología de encuestas, con los que lidiamos habitualmente quienes nos dedicamos a esta tarea, y para plantear algunos desafíos particulares que presentó esta elección, que sumaron una complejidad adicional a la hora de abordar un fenómeno tan singular como el voto.

Hacer encuestas, más complejo de lo que parece

A simple vista, una encuesta puede parecer una tarea sencilla: preguntar a la gente y registrar sus respuestas sobre temas que nos interesan y desconocemos. En realidad, se trata de una técnica de investigación sofisticada, con múltiples componentes, en la que cada decisión puede modificar los resultados o estimaciones, y en donde los detalles parecen hacer la diferencia. Quienes trabajamos en ciencias sociales sabemos que toda encuesta enfrenta tres grandes desafíos: ¿a quién le pregunto lo que quiero saber?, ¿cómo lo pregunto? y ¿cómo analizo lo que me responden? Dicho en términos más técnicos, la metodología de encuestas aborda críticamente cuestiones de muestreo, medición y análisis.

La combinación de estas tres dimensiones define la calidad de las estimaciones. El muestreo establece si las personas seleccionadas reflejan adecuadamente a la población total; la medición refiere a la precisión y confiabilidad de las preguntas; y el análisis organiza e interpreta los datos para transformarlos en resultados extrapolables a la población de interés. Un error en cualquiera de estos pasos puede alterar significativamente el resultado final.

Los desafíos habituales de las encuestas

En la práctica, las encuestas electorales enfrentan un conjunto de dificultades que se han vuelto cada vez más visibles en los últimos 25 años. Uno de los mayores desafíos es lograr representatividad; es decir, que la muestra que se toma para la encuesta sea un reflejo fiel del total de la población de estudio. Aquí se presentan varios puntos sensibles. No todos los sectores sociales son igualmente accesibles.

Las personas de ingresos altos suelen ser reacias a participar, mientras que en los sectores más bajos los problemas de conectividad o disponibilidad de tiempo dificultan el relevamiento. A esto se suma una cuestión actitudinal: quienes están menos interesados en la política o directamente desencantados o enojados con el sistema tienden a no responder, lo que genera sesgos adicionales.

La caída en las tasas de respuesta también complica el panorama. Cada vez menos personas aceptan contestar encuestas, especialmente cuando se perciben deslegitimadas en el discurso cotidiano. Esto obliga a multiplicar intentos de contacto, aumentando los costos de la investigación tanto en tiempo como en recursos.

Además, el momento en que se realiza la medición es decisivo. El voto se define cada vez más cerca del día de la elección, y un sondeo realizado con semanas de anticipación puede quedar desfasado para capturar una realidad dinámica. Cuanto más cerca de los comicios se mide, más precisa puede ser la estimación, aunque también queda menos tiempo para el trabajo de campo y el análisis de los datos.

Otro aspecto clave es la forma en que se pregunta por la intención de voto. No es lo mismo mostrar las boletas electorales que mencionar únicamente los nombres de los candidatos, ni esperar respuestas espontáneas que ofrecer y leer opciones cerradas. En términos de confidencialidad y privacidad, tampoco es igual que la encuesta tenga un encuestador presente o que se realice de manera autoadministrada. Cada formato puede inducir sesgos o errores según el contexto de aplicación.

Finalmente, está el dilema de los indecisos, aquellas personas que no tienen definido su voto. Decidir cómo tratarlos puede cambiar significativamente el pronóstico electoral. Algunas encuestas los reparten proporcionalmente, otras los excluyen, y en ocasiones se utilizan modelos estadísticos para inferir patrones de comportamiento no visibles a simple vista. Definir la tendencia de los indecisos no es un detalle técnico menor: puede modificar de manera sensible la fotografía final de la encuesta.

Los problemas de la elección bonaerense

Más allá de estos desafíos clásicos, la elección legislativa provincial presentó dificultades propias. Desde 1983 no había antecedentes de un desdoblamiento de este tipo en Buenos Aires, lo que se traduce en la complejidad de abordar un fenómeno con pocos precedentes.

En este sentido, muchos votantes no tenían claro qué se elegía. Datos de Opinaia mostraron que el 60% de los bonaerenses desconocía que se votaban cargos legislativos provinciales, a la vez que se manifestaba un bajo interés y una baja predisposición a concurrir a las urnas.

Paralelamente, aunque con matices, desde el año 2021 en adelante se observa un descenso en la participación electoral en Argentina. El alrededor del 60% de participación registrado en estas elecciones en la Provincia se inscribe en esta tendencia general. Esto complejiza aún más las estimaciones: no solo hay que anticipar la distribución de votos entre los candidatos, sino también estimar cuánta gente irá a votar. Ambos fenómenos están vinculados, ya que quienes efectivamente participan suelen tener preferencias distintas de quienes no lo hacen.

En este contexto, volviendo a las elecciones bonaerenses, las candidaturas municipales adquirieron un peso decisivo. En la práctica, fueron elecciones más municipales que provinciales, con los intendentes jugando un rol central. Sin embargo, al preguntar, la mayoría de las encuestas se enfocó en los cargos provinciales de cada sección electoral, dejando de lado el nivel municipal. Esto implicó una desalineación entre lo que se medía y lo que efectivamente definía la decisión de voto.

Para obtener estimaciones más ajustadas para esta última elección, habría sido más adecuado diseñar encuestas con muestras por municipio, incorporando preguntas sobre candidaturas locales. La experiencia mostró que, en Buenos Aires, los extremos de la boleta —lo nacional y lo municipal— suelen arrastrar más votos que los tramos intermedios.

Teniendo en cuenta que en la Provincia de Buenos hay 135 municipios, una muestra representativa en cada uno de ellos llevaría a un número enorme de casos a encuestar. Aun concentrando el estudio en los 20 municipios con más de 300 mil habitantes, el costo monetario de llegar de forma profesional a cada uno de ellos, es muy alto.

Pensando en octubre

De cara a las elecciones generales de octubre, se suma un nuevo factor de incertidumbre: la implementación, por primera vez a nivel nacional, de la boleta única papel. Según un estudio de Poder Ciudadano, uno de cada cuatro votantes no está enterado del cambio, y casi un tercio desconoce cómo se vota con este sistema. Aunque algunas pocas provincias ya venían utilizando este formato, la falta de información y práctica podría generar confusión en el electorado y, en consecuencia, dificultades adicionales para las encuestas al momento de relevar intención de voto.

En definitiva, la experiencia bonaerense deja dos lecciones claras. Primero, que las encuestas siguen siendo una herramienta indispensable para abordar la opinión pública, aunque no son infalibles.

Aproximarnos o prever el resultado de una elección no es el único propósito del encuestador. Los científicos sociales al realizar estudios continuos, llamados trackings, vemos tendencias y analizamos los movimientos que registramos interpretando estos cambios en función de información, conocimiento y experiencia.

Segundo, que los desafíos metodológicos —tanto los habituales como los específicos de cada contexto— obligan a interpretar sus resultados con cautela, evitando sobredimensionar lo que pueden predecir y entendiendo siempre sus limitaciones.

Guido Moscoso es politólogo y gerente de Opinión Pública en la consultora Opinaia

Valentín Nabel, es sociólogo y director de Opiania

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/politica/de-las-encuestas-a-las-urnas-una-mirada-metodologica-nid25092025/

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