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Fútbol, caos y barbarie

Si todo lo que se programa se hace mal, lo más probable es que indefectiblemente todo salga mal. Es lo que sucedió noches atrás en la cancha de Independiente, donde se desató la más cruda barb...

Si todo lo que se programa se hace mal, lo más probable es que indefectiblemente todo salga mal. Es lo que sucedió noches atrás en la cancha de Independiente, donde se desató la más cruda barbarie y el salvajismo más primitivo, que nos retrotrajo como sociedad al tiempo de las cavernas, consecuencia de la impune acción de los violentos de siempre y de las evidentes fallas del operativo de seguridad.

El partido de fútbol entre el equipo de Avellaneda y el de la Universidad de Chile, que debía definir un pase a cuartos de final de la Copa Sudamericana, quedó absolutamente eclipsado por la batalla campal que se produjo en la tribuna visitante con un saldo de heridos, detenidos y un escándalo internacional que vuelve a empañar este deporte.

Más de 3000 hinchas chilenos arribaron al estadio en medio de un operativo en el que supuestamente intervinieron 650 policías y 150 agentes de seguridad privada. Pero la organización decidió ubicarlos en la tribuna Pavoni Alta, justo sobre un sector donde suele ubicarse la barra disidente de Independiente. Ese sitio, sin vallados sólidos ni cordones policiales, fue el germen de la violencia que se desencadenaría.

A pesar de que la Agencia de Prevención de Violencia en el Deporte (Aprevide) defendió el operativo policial desplegado, no hubo efectivos en el lugar de los dramáticos incidentes, por lo que además de la insólita decisión de ubicar a los visitantes en la bandeja superior del público local, sin ninguna protección ni medida de prevención, esto fue el caldo de cultivo para la irracional violencia que se produjo mientras se disputaba el partido.

También es muy cuestionable la demora en tomar la decisión de suspender el encuentro y muy sospechoso el acceso de los barrabravas de Independiente a la zona donde se ubicaba la parcialidad del equipo chileno con el presunto objetivo de vengarse porque hinchas trasandinos habían arrojado, con temeridad, objetos contundentes a simpatizantes de Independiente.

Las imágenes de golpes con palos, corridas, rostros ensangrentados, decenas de heridos llevados en ambulancia y un centenar de detenidos, fueron muestras del horror que dominó el estadio Libertadores de América, escenario que nos retrotrajo a las peores noches vividas por el fútbol sudamericano.

Aún no se conocen a ciencia cierta las consecuencias finales del hecho, ya que algunos heridos permanecen hospitalizados y otras personas detenidas; y si bien el riesgo cero no existe, sí es muy probable que estos repudiables incidentes no se hubiesen producido de haberse llevado a cabo un operativo acorde como, por ejemplo, los que se organizaron en otros estadios, y cada uno de los responsables hubiese actuado como corresponde.

Nadie puede hacerse el distraído en este tema, ni la Conmebol, ni los clubes, ni los organismos de control y tampoco la polícía bonaerense. Es de esperar que se adopten sanciones ejemplarizadoras contra los clubes y se identifique y condene debidamente a quienes cometieron hechos atroces. De nada valen los habituales mensajes simbólicos en el medio del campo de juego antes del comienzo de cada partido, cuando las tribunas se transforman en campos de batalla y zonas liberadas para los salvajes.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/editoriales/futbol-caos-y-barbarie-nid23082025/

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