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Las razones por las que cada vez nos gusta menos vestirnos a la moda

La moda siempre dice más de lo que parece. Es un espejo que refleja tanto lo que ...

La moda siempre dice más de lo que parece. Es un espejo que refleja tanto lo que estamos viviendo a nivel personal como lo que está pasando en el mundo. Por eso, en medio de tanta sobreexposición digital, incertidumbre global y cansancio colectivo, no sorprende que estemos volviendo a lo clásico. Hablo de una estética más contenida, serena y duradera. Como si, frente al ruido, el estilo eligiera el orden, las formas conocidas y ese ítem que nunca pasa de moda.

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¿De qué se trata esta corriente conservadora?

No hablamos acá de ideologías partidarias, sino de una inclinación global hacia lo sobrio, lo funcional, lo atemporal. En un escenario volátil —guerras, polarización política, inflación, inteligencia artificial y una saturación visual constante— muchas personas están eligiendo volver a códigos estéticos sólidos y reconocibles. Vestirse bien hoy es vestirse con intención, con estructura, con respeto por uno mismo y por el contexto.

Según un informe de WGSN (Worth Global Style Network), una de las agencias de tendencias más influyentes del mundo, el 68% de los consumidores globales está priorizando estilos atemporales y versátiles por encima de las modas pasajeras, citando la necesidad de sentirse “seguros, ordenados y en control”. En el mismo estudio se destaca que “lo clásico vuelve a ser un símbolo de futuro, no de pasado”.

Este giro no es aislado. En su artículo Cómo la era conservadora cambiará los estándares de belleza, Vogue Business advierte que estamos entrando en una nueva etapa cultural en la que predomina una estética más tradicional, controlada y formal. Y desde NSS Magazine, especializados en coolhunting y análisis cultural, agregan: “En tiempos de crisis, la moda tiende a abandonar la estridencia y volver a lo esencial: lo práctico, lo estable, lo simbólicamente seguro”.

La silueta se ordena, y el mensaje es claro: menos exhibicionismo, más autoridad; menos gritos, más presencia.

Lejos de ser aburrida, esta nueva estética se nutre de la precisión: buenos materiales, cortes impecables, formas funcionales. Se trata de recuperar el valor de lo bien hecho, de lo que no caduca con el algoritmo. El llamado lujo silencioso no es otra cosa que una sofisticación que no necesita validación externa.

¿Por qué ahora? Porque estamos agotados. La hipervisibilidad de las redes, la estética del exceso, el consumo veloz y descartable nos han llevado a una especie de saturación visual y emocional. En ese clima, la sobriedad vuelve a ser deseable.

Detrás de esta imagen más conservadora hay también una reivindicación del poder personal. Quien se viste con sobriedad no busca aprobación instantánea, sino respeto sostenido. En la ropa estructurada hay un mensaje: “yo marco mis tiempos, yo me represento a mí mismo con claridad”. Hoy nos sentimos exigidos a estar siempre disponibles, estar siempre opinando, estar online para no perdernos de nada, y la ropa puede llegar ser ese escudo que necesitamos, una declaración de autonomía.

A este panorama se suman dos dimensiones que profundizan la lectura del fenómeno: la influencia de los discursos políticos conservadores y el auge del estilo preppy como traductor visual de autoridad.

En primer lugar, resulta imposible pasar por alto cómo líderes y figuras públicas de perfil moderado o conservador han reforzado su presencia a través de una estética cuidada: trajes impecables, blazers estructurados y colores neutros se instalan como símbolos de estabilidad y seriedad. El clima global convengamos que es bastante incierto, y esa imagen proyecta orden, por lo tanto la moda, al replicar estos códigos, se convierte en un vehículo para transmitirlo.

Por otro lado, el renacimiento del estilo preppy no llega como una tendencia efímera, sino como un lenguaje estético que encarna justamente lo que este regreso a lo clásico propone: prendas atemporales, bien confeccionadas y de líneas limpias. Mocasines, remeras polos, camisas, corbatas, polleras lápiz o sacos cruzados no se ven como un capricho de la temporada, sino como parte de un guardarropa que busca perdurar. Esta reinterpretación del preppy mantiene su impronta de sofisticación sobria, pero despojada de cualquier exceso decorativo, alineándose con la premisa inicial: cuando la moda parece caducar a la velocidad de un clic, la verdadera distinción está en lo que resiste al paso del tiempo.

En ese cruce, vestirse con un estilo conservador no es una renuncia a la creatividad, sino una toma de posición estética y cultural.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/salud/vida_sana/las-razones-por-las-que-cada-vez-nos-gusta-menos-vestirnos-a-la-moda-nid29082025/

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