Un milagro lo salvó de una avalancha y encontró en el arte la mejor forma de resignificar el accidente
Una avalancha de nieve lo sepultó durante más de 15 minutos, quedó inconsciente y hoy resignifica el milagro de estar vivo a través de una instalación artística. César Lago, de 45 años, est...
Una avalancha de nieve lo sepultó durante más de 15 minutos, quedó inconsciente y hoy resignifica el milagro de estar vivo a través de una instalación artística. César Lago, de 45 años, estaba haciendo snowboard en Mendoza cuando pasó lo peor: un alud lo tapó por completo. Sólo quedaron a la vista 2 centímetros de su tabla. “Fue mi salvación, por eso me encontraron. Si hubiera estado con los esquíes no estaría vivo”.
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Con los ojos vidriosos por la emoción, Lago repasa ese día de julio de 2022 que lo marcó para siempre. Lo hace desde la intervención artística que se puede ver en la Casa FOA, la 40ª edición de la expo de arquitectura, diseño interior y paisajismo, que acaba de abrir al público. En la sede de Distrito Madero Harbour, en Puerto Madero, el espacio 10 –premiado anoche como mejor instalación– esconde los detalles de esta historia, de cómo sobrevivió a la nieve y cómo transformó ese accidente en una obra sensorial que le permitió sanar y a la vez, contribuir con quienes, por distintas razones, se sienten “tapados”.
Con capas y capas de telas impermeables, las mismas que se usan para confeccionar equipos de nieve, el artista visual e interiorista diseñó un recorrido que reproduce los sonidos de la montaña y la cordillera: un canal azul y blanco que le permitió reconectar con su propia sensibilidad. El túnel lleva al visitante por distintas situaciones. En tonos de azul, celeste y blanco las texturas acompañan el recorrido de uno de los pasillos externos de la muestra. Entre frases y esculturas de manos blancas, una caja acústica invita a entrar, a sumergirse hasta el cuello en ese contenedor sensorial. El relato sonoro es real. Lo grabó Lago en la montaña y se escuchan sus pisadas, el viento, el crujir de la nieve bajo sus botas. También su respiración agitada.
"Avalancha", instalación artística de César Lago en Casa FOA. Crédito Jesica Rizzo.“Apenas me repuse volví. Solo estuve tres días internado en el hospital de Malargüe, porque perdí el conocimiento a raíz de la hiportermia y me esguincé un tobillo. Necesitaba regresar al mismo lugar, aceptar las heridas y no quedar tapado. Lo viví como un salto evolutivo. La avalancha me enseñó muchas cosas. Quería sacarme el miedo, por eso volví. Estoy agradecido de la vida con la avalancha. No estoy enojado”, repasa ahora, que posa para las fotos de esta nota con la misma ropa que llevaba aquella vez, intervenida.
Su proceso artístico acompañó la sanación. Conectó con su niño interior, recuperó su costado lúdico y empezó a dibujar, a bocetar. “Viajé a San Martín de los Andes, me interné en la montaña con mis cuadernos y mis lápices. Y de repente un llanto muy fuerte me interpeló de golpe. Me apropié de la avalancha, sentí un punto de contacto con eso que me venía tapando”, dice César Lago, que además de interiorista y artista plástico preside la Asociación Argentina de Parques y Atracciones (AAPA) y es miembro de la International Association of Amusement Parks and Attractions. Su papá era fanático de los kartings y las carreras de autos y dirigió parques de diversiones. “Nací entre parques itinerantes”, dice sobre su niñez. El más recordado fue la Plaza de la Fantasía, en Márquez y Centenario, que durante 40 años fue un hito de San Isidro.
Con el vértigo en el ADN, Lago admite que el episodio de la avalancha le abrió “un canal”. Y que pudo reinterpretar la avalancha “como un movimiento que tiene varias formas de expresión. Como en los fenómenos geográficos va de menos a más. Por eso esta instalación es una obra viva. Una forma de ser”, señala.
La intervención está realizada a partir de una estructura metálica de 24 metros lineales de caños redondos recubiertos por textiles de tipo Sylver. Varias capas están quemadas con soplete, en función de lograr rugosidad y texturas similares a la nieve. En las paredes, como una línea de tiempo, se sucede una narrativa que acerca la experiencia con conos y manos que se desprenden de la pared. “Me encuentro tapado, inmóvil. Hay un silencio absoluto, siento mi respiración frágil y agitada”, se lee en uno de los paños. “Me conecto con la inmensidad. Me siento solo, vulnerable. Mis pisadas resuenan en el vacío”. Y en otro: “Hay otra oportunidad. Confío en la vida. Nos volvemos a encontrar”.
Del recuerdo de sus antiparras que se tiñeron de blanco, gris y finalmente de negro, a la luz estridente del quirófano que lo despertó: Lago encontró en el arte una herramienta poderosa para compartir su experiencia, su propio milagro.
Arte en todas partesEsculturas, obras impresas en 3D, arte textil e instalaciones site specific copan la mayoría de los 40 espacios de la exposición que hasta el 2 de noviembre se puede visitar en el Distrito Madero Harbour, en el Dique 1 de Puerto Madero.
En el Coworking diseñado por Diana Gradel junto a Grupo (a)2, la gráfica inspirada en los cómics (de Mariela Gradel) y las cascadas escultóricas enriquecen el recorrido de un espacio que invita al trabajo con un ritmo desacelerado. Un pequeño bosque natural y objetos en vidrio soplado de Ana Manghi acercan la naturaleza entre el mobiliario innovador que incluye sillas ergonómicas, sillones giratorios y salas acústicas.
En el Espacio de encuentro, del estudio Bonic, una gran obra textil de Cristina Codern domina una de las paredes, junto a alfombras artesanales, de lana natural, de la firma Mantara, y una pared tapizada por la obra Imperfecta Ceramic, de la ceramista Mercedes Maldonado.
El artista Jorge Sarsale dice presente en uno de los rincones de la cava de lujo diseñada por Lucía Quinteros, de Ren Studio. La obra de la serie Mar de Fondo está realizada a partir de papeles de las viejas guías telefónicas y domina esta cava despojada de ornamentos, solo líneas y volúmenes.
En el espacio proyectado por el Estudio Fontenla junto a los arquitectos y diseñadores Oscar Gil, Florencia Basile y Gisela Bezek, el arte se impone entre texturas y revestimientos de lujo. Eric Franco presenta un conjunto de cinco esculturas en acero con terminación automotriz y lenguaje geométrico, en una paleta que combina el negro y el borravino. En tanto, la obra Borgoña, de la artista Marcela Vázquez, realizada en acrílico en bastidor, genera un juego de contrastes y evoca el estilo maximalista que domina la expo.
Con el color del año como hilo conductor, la Cocina de encuentro, de María Beatriz González Zuelgaray y Bea Palacio se vale del llamado Azul puro para sorprender y contener más instalaciones artísticas. Las piezas de Ángeles Gollan “están concebidas como lienzos que se montan sobre una estructura de caño, dialogan con la arquitectura y construyen una atmósfera contemporánea contundente”, señalan las autoras, que también incluyeron una instalación site specific de Julio Hernán G. Guereño.
Acorde a la consigna de maximalismo urbano, el Auditorio de Guadalupe Diez transformó un gran espacio vacío y sin luz natural en una experiencia envolvente. A partir de 900 metros de telas intervenidas con flores pintadas a mano por la artista plástica Catalina Ruiz, “le hicimos honor a la frase de Jean Cocteau, de que demasiado nunca es suficiente”, dice la interiorista.
El diálogo entre el arte, la arquitectura y el interiorismo es cada vez más fluido.
Para agendarCasa FOA se puede visitar todos los días, hasta el 2 de noviembre, de 12 a 20, en Av. Juana Manso 1980, Puerto Madero. Entrada, $14.000.