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Byung-Chul Han: ¿simple best seller o filósofo clave?

Al recibir hace unas semanas el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades y editar Sobre Dios, un nuevo libro en el que analiza los obstáculos tecnológicos para la experiencia re...

Al recibir hace unas semanas el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades y editar Sobre Dios, un nuevo libro en el que analiza los obstáculos tecnológicos para la experiencia religiosa a partir del pensamiento de Simone Weil, la figura de Byung-Chul Han (Seúl, 1959) volvió al debate. Pero, ¿es extraño que las condiciones que posibilitan el elogio e incluso cierta fascinación por las ideas de este bestseller de la filosofía también habiliten el desdén afectado o el radical rechazo de una obra supuestamente superficial? No tanto, si consideramos que lo que Han viene escribiendo desde hace más de diez años, cuando aún predominaba el optimismo tecnológico, se convirtió en el discurso cotidiano de legiones de “especialistas en redes”, “especialistas en inteligencia artificial”, “especialistas en comunicación política” y “especialistas en el amor” que, lanzados al cruel mercado de la atención en las redes sociales entre otros opinólogos, repiten, casi siempre omitiendo la fuente, lo escrito por Han sobre cómo esas mismas redes deforman el tiempo, el narcisismo, la política, el erotismo y la trascendencia.

Mencionar nombres no sería elegante, aunque el juego de plagio y negación por parte de muchos (y muchas) “Salieris de Han”, tanto locales como internacionales, es tan evidente que hacerlo se vuelve innecesario. La ironía es que para estos hipotéticos defensores de un saber más profundo y complejo que el de Han, para los cultores de la auténtica filosofía requerida para notar que “somos esclavos de nuestros smartphones”, como dijo Han en España, al ansia de pretender ser los únicos que repiten el cuerpo de temas e ideas del autor de Psicopolítica o El espíritu de la esperanza se le añade, además, la ambición imposible de haber sido los primeros.

‘La crisis de la religión también es una crisis de la atención, una crisis de la vista y del oído’, indica Han tras los pasos de Simone Weil.

Este problema supera las disputas entre quienes se esclavizan ante Silicon Valley, aun si pretenden hacerlo bajo la ilusión de ser sus más valientes críticos, y es Han, hasta hoy ajeno a las redes, quien parece aludirlo en Sobre Dios al mencionar “el delirio neoliberal de la creatividad” como una necesidad impuesta por la “presión de la autenticidad”, que nos fuerza a “tratar desesperadamente de ser algo, alguien”. En consecuencia, la afanosa inspiración que tantos encuentran ahora en Han y el comprensible deseo de imitar su estilo para rapiñar, con suerte, algo de su público, ¿no es un fenómeno más profundo que lo evidente y que los libros del propio Han explican a sus pálidos plagiarios?

Para un buen lector es fácil entender por qué sus imitadores, forzados a inventarse alguna “autenticidad”, también tienden a acusar a Han de divulgar una filosofía light o repetir obviedades: su éxito es tal que la “deuda teórica”, como señala en Sobre Dios a propósito de cierto robo conceptual que Giorgio Agamben hizo de Weil, termina siendo tan fácil como frustrante. Y desde ahí solo hace falta un paso para caer en la envidia. Pero, ¿es tan llano y superficial lo que hace Byung-Chul Han?

Este punto es sensible porque aquello con mayores ínfulas de profundidad suele ser lo que peor enmascara su desconsolada banalidad. De ahí que una frase hoy tan repetida como “participo en política”, pronunciada en especial por los aspirantes más jóvenes al poder, termine en la revelación de que otro camino para construir una figuración exitosa en una sociedad digitalizada es asimilar la política a otro negocio de posicionamiento narcisista, pero ligado a la venta de contenido partidario. ¿Y no pasa algo parecido con la frase “creo en Dios” en boca de quienes no rezan ni conocen los sacramentos? “La crisis actual de la religión no puede atribuirse sin más al hecho de que ya no creamos en Dios o de que la Iglesia haya agotado toda su credibilidad. La crisis de la religión también es una crisis de la atención, una crisis de la vista y del oído”, indica Han tras los pasos de Simone Weil.

Estas estrategias políticas, morales, económicas y estéticas de autoexplotación y autoengaño son una parte conocida del catálogo de críticas al universo digital del “Me gusta” realizadas por Han. “La percepción prácticamente se ceba con basura: basura de información y comunicación, basura de sonidos y de visiones”, escribe en Sobre Dios al diferenciar la “atención contemplativa” de quien busca entender o participar del mundo y la mera “digitalización que acelera la puesta a disposición total de la realidad”, logrando que la atención verdadera disminuya en favor de “lo consumible y calculable”. Ahora bien, ¿esto es bueno o malo? Saberlo es imposible, pero eso no resuelve que sea la manera en que la política se presenta en un mundo “tecnofeudal”, como lo llaman economistas como Cédric Durand o Yanis Varoufakis.

‘La digitalización es anestesiamiento’, escribe Han.

Quienes reclaman a un pensador soluciones antes que interrogaciones son inimputables, así que mejor pasar a las preguntas planteadas por Byung-Chul Han: ¿están a la altura de lo que aborda? ¿Dispone del calado intelectual para atacar nuestra burbuja de candidez tecnológica? En lugar de repetir que Han estudió en Alemania y se doctoró en la Universidad de Friburgo con un análisis del concepto de “estado de ánimo” en la obra de Martin Heidegger (otro autor del que suele decirse mucho, excepto que su filosofía sea light), habría que subrayar que en Sobre Dios también él lamenta que “por falta de atención hoy en día haya tan pocos pensadores en el mundo”. Si los hubiera, el dolor que provocarían al interrogar nuestra altiva tranquilidad nos evitaría permanecer en el olvido del ser. “Vivimos en una sociedad de la positividad, que trata de deshacerse de todo tipo de negatividad. También la digitalización elimina radicalmente lo indisponible, haciendo que todo se vuelva accesible y consumible. La digitalización es anestesiamiento”, escribe Han. ¿Qué se supone que significa esto? ¿Por qué es relevante?

Durante una entrevista en mayo de este año, Alex Karp, CEO de la empresa estadounidense de análisis de datos Palantir, cofundada por Peter Thiel, justificó con un rictus nervioso semejante a una sonrisa que su empresa facilitara a Israel la información necesaria para ejecutar en Gaza los ataques sin pausa contra viviendas, escuelas y hospitales (“la mayoría terroristas”, se burló Karp) que organismos como Amnistía Internacional y la Corte Internacional de Justicia describen como parte basal de un genocidio. Valuada en 55 mil millones de dólares, Palantir es un ejemplo claro de que, como recuerda Han, “el capitalismo lo somete todo al consumo y a la producción”, incluso si se trata de consumir vidas inocentes y producir un genocidio. Por eso, escribe recordando a Heidegger, “quien se limita a ser activo y operativo es incapaz de pensar”.

La filosofía de Han no va a impedir que esto siga ocurriendo, por supuesto. Pero al menos provee ideas para que sea más difícil simular que estamos anestesiados mientras ocurre. Es lógico, por lo tanto, que atraiga y moleste por igual a muchos.

Autor de Byung-Chul Han y lo político (Prometeo).

Sobre Dios. Pensar con Simone Weil

Por Byung-Chul Han

Paidós

Trad: Lara Cortés

135 págs.

$ 14.200

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/byung-chul-han-simple-best-seller-o-filosofo-clave-nid15112025/

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