Generales Escuchar artículo

Cómo es la historia del emprendedor argentino que revolucionó el negocio de la música

Dale Play es mucho más que una productora. Es un organismo vivo. Basta recorrerla para entender que no se trata de una filosofía escrita sino de una cultura que va por cada una de las arterias. L...

Dale Play es mucho más que una productora. Es un organismo vivo. Basta recorrerla para entender que no se trata de una filosofía escrita sino de una cultura que va por cada una de las arterias. La música de sus artistas suena en los pasillos pero también en los baños, cada espacio huele distinto con un perfume estratégicamente apostado para sentir en el modo de la generación Z. Hay un libro escrito sobre lo que buscan: “Filosofía not work: cómo el trabajo debe ser una fuente de disfrute y crecimiento personal, en lugar de un espacio de sufrimiento y presión”, dicen desde la bajada.

Allí Bizarrap se mueve como uno más. Sin anteojos, sin gorrita y con la tranquilidad de que nadie lo moleste mientras crea. Es Gonza. Lo mismo puede pasar con Mauro (Duki) o la propia Nicki Nicole. Todos llenan estadios, son líderes de multitudes y tienen un talento contemporáneo que seduce a las nuevas generaciones.

Federico Lauria, creador de Dale Play, tiene un perfil bajo inversamente proporcional a los logros de sus artistas. No le gusta hablar de si mismo ni dar entrevistas. Pero sus logros bien ameritan una conversación a fondo con el hombre nacido en Banfield que hizo de su capacidad de escucha un talento que conquista el mundo. Produjo más de 423 shows en 2025, en unas 87 ciudades y lidera a más de 100 artistas. Tiene 1000 canciones, opera en 18 países y sus talentos lograron más de 30.000 millones de views en streaming. Sí, leyó bien: 30.000 millones de reproducciones.

¿Qué es lo que lo hace distinto?, ¿Por qué cree que la generación de cristal amerita ese apodo por la transparencia con la que se mueven? ¿Cómo desmitifica la idea de “una generación que no quiere trabajar” por otra en la que la pasión es la que los desafía? En esta nueva edición de Hacedores que inspiran, de LA NACION + EY, uno de los emprendedores más talentosos del mundo del entretenimiento para el que las fronteras no existen. Son su desafío.

-Arrancamos por Banfield. ¿Qué es Banfield en tu historia?

-Banfield es mi barrio, mis amigos, mi familia, mi formación. Es el código de barrio real, lo que me formó como persona. Las amistades, el colegio, los amigos, el empedrado.

-Vamos a tu historia familiar. Empiezo por tu viejo que decide irse a México cuando tenía 20 años. ¿Cómo fue esa historia?

-Yo vengo de una historia donde mi viejo pasó muchísimas necesidades. Él siempre nos lo hizo saber en el buen sentido, para entender que las cosas cuestan, que hay que esforzarse. A principios de los 70, con 20 años, emigró buscando paliar necesidades. Su padre lo había abandonado, trabajó desde chico, tuvo que dejar el colegio con sexto grado, y un día emigró. Su historia fue principalmente en México, donde siempre la comunidad argentina lo abrazó en esas primeras semanas y meses. Él cuenta que en el bar donde se juntaban algunos jugadores de fútbol y varios argentinos, un día llegó Alberto Cortez, un joven artista. Alberto necesitaba un chofer para su gira que empezaba en México, y mi papá empezó así. Ahí empezó su vida profesional en la industria de la música: comenzó como chofer y al poco tiempo ya era su mánager.

-¿Vos y tu viejo tienen mucho en común?

-Sí, en algunas cosas. El negocio cambió mucho, la forma de relacionarse con los artistas y con la industria es distinta por nuestras formaciones, pero aprendí mucho en esa adolescencia, conviviendo en asados en casa con Horacio Guaraní, Alberto Cortez, Facundo Cabral, Alberto Olmedo. En el viejo Fechoría, donde las cenas eran largas y yo me quedaba dormido entre las sillas, escuchando anécdotas y viendo los códigos de la amistad. Me quedaron muchas cosas grabadas que hoy entiendo que tomé desde chico. No llegué a trabajar con mi papá, él se retiró antes de que yo empezara, pero aprendí mucho escuchando a los artistas. Lo más importante que aprendí fue nunca juzgar el arte. Nunca tuve prejuicios. Escuchaba a artistas de géneros distintos y entendí que el arte no se juzga. Una canción te puede gustar más o menos, pero si le llega a alguien, ya vale. Eso decía Alberto Cortez, y se me grabó para siempre. Y creo que esta generación de artistas, la generación Z, también tiene eso: no tiene prejuicios. Me identifico mucho con eso.

-Odiás las entrevistas, me consta. Esta costó dos o tres años. Sin embargo, tu historia es espectacular. Tiene que ver con esto que decís: que lo importante es el artista, ¿por eso no querés salir vos en escena?

-Sí, tiene mucho que ver con eso. Todo esto —el edificio, los colaboradores, los chicos que trabajan acá… Nosotros acompañamos lo que ellos hacen. Todo esto no puede existir sin la creación de una canción o sin que Duki se suba a un escenario y transmita lo que transmite. Nosotros acompañamos el talento, con seriedad, compromiso y estrategia, pero si no existiera el artista, nada sería posible. Por eso me gusta dejarles el protagonismo a ellos. Además, vengo de una camada de managers con perfil bajo. Me cuesta mucho la exposición.

-Hablemos de tu familia. ¿Qué rol juega tu mamá?

-Mi vieja es todo. Y a mí me emociona mucho porque ella fue siempre el sostén de todo, el complemento de lo más rústico o rígido de mi viejo, que todo le costó muchísimo y siempre nos lo hizo saber. Le agradezco eso porque te da otra manera de valorar las cosas. Y mi mamá nos dejó el amor, la familia, la contención, todo. Mi vieja es la que está, y vos no sabés que está hasta ahí, y te llama en el momento justo, y está cuando tiene que estar. Es lo más grande que hay.

-Contame sobre Madrid…

-Vino toda mi familia, vinieron todos mis amigos. Fue como una celebración en grande. Todo lo que sucedió y lo que transitamos para llegar a ese Bernabéu, y lo que implicó el hecho de que Duko haga el Bernabéu. Pero abajo del escenario fue de las pocas veces que lo disfruté de una manera distinta.

-Siempre está el estrés del productor, de mirar todos los detalles…

-El estrés estaba pero lo pudimos disfrutar todos. Incluso Mauro, Duko, lo pudo disfrutar muchísimo. Viste cuando se dan ciertas energías que pasan. Me pasó de estar a minutos de que empiece el show, con las luces prendidas y el estadio casi lleno, y poder estar con una sonrisa con mi familia. Quiere decir que lo estaba disfrutando.

-Hay varios hitos en tu historia. Arranco por 2001, que hizo la casualidad o la causalidad que arranques con un grupo. Metiste un hit, otra época. ¿Cómo recordás esos inicios?

-Yo estaba terminando el colegio allá por 2000 o 2001, y un grupo del barrio, Los Tulipanes, me pedía que le lleve el demo a mi viejo. Pero mi viejo ya estaba muy de salida. Me pedían que se lo lleve igual. Eran de mi barrio y los cruzaba todo el tiempo. Mi viejo dijo que se lo mandó al Negro Lombardo. El Negro Lombardo es un tipo muy querido en nuestra industria, hoy la vuelta de la vida hace que esté trabajando acá en la compañía. Me doy ese lujo y ese placer de tenerlo acá con nosotros. Un tipo grande hoy, pero que sabe y lo merece. Y eso también habla del espíritu de la compañía. Sucedió que quedé en el medio. El Negro un día llama a mi casa, pide por mí y dice: “Pendejo, eso que me mandaste es un hitazo”. Y así empecé. Pero yo no quería saber nada con dedicarme a esto. Yo ya estaba pensando en qué iba a estudiar en la facultad, y había sufrido de alguna manera la industria, el trabajo de mi viejo. En esa época se iba tres meses de gira, volvía, estaba tres meses afuera y se volvía a ir otros tres. Yo no quería eso para mí. Pero sucedió.

-El camino te llevó, aceptaste, y ahí empezó todo.

-Fue un año complejo del país, 2001. Empecé vendiendo los shows de ellos en discotecas. Me acuerdo de los quebrachos, patacones, Lecop, todas las cuasi monedas. Así empezó mi vida profesional.

-¿Cuán importante es la calle? Vos hablabas del barrio, los amigos, pero también cuando empezaste a recorrer los pueblos de la Argentina. ¿Cuánto te enseñó eso?

-Me enseñó todo. Conocer el país, las microculturas, la música de cada región. Lo que me pasó en esas épocas fue mucho esfuerzo, dedicación, frustración, cansancio. Dejar de ser un adolescente, no disfrutar con tus amigos, no estar un fin de semana en años yendo a bailar. De jueves a lunes salía en la combi con los instrumentos atrás y recorríamos todo el país. Y celebro haberlo vivido, porque me permite disfrutar hoy un Bernabéu sabiendo lo que costó llegar ahí.

-En 2017 aumentaste tu capacidad de oído. ¿Cómo fue la parte en la que decís “va por acá”?

-Del 2001 al 2017 fui creciendo gradualmente. Fui un emprendedor nato. Empecé solo, con uno, dos, tres, cuatro empleados. Firmaba, vendía los discos, hacía todo. Tocaba timbales, lo que hiciera falta. Pasé por todo. Alrededor de 2014 la compañía empezó a crecer. Empecé a desarrollar artistas de otros países acá en Argentina, traerlos, y ya empezábamos a divisar una nueva generación que estaba surgiendo. Entre ellos, Bad Bunny. Nosotros lo trajimos en 2015 o 2016. Uno de los artistas más grandes del mundo hoy. El día que lo conocí, hacía seis meses era cajero de supermercado, y ahora llena estadios en Japón, Australia. Todo lo que pasa con la música en español es muy grande. Pero de nuevo, ahí ya yo empezaba a divisar esta nueva generación de artistas. Siempre tuve el hábito de preguntarle a los chicos de los colegios donde pasaba o a los hijos de amigos qué estaban escuchando. Y en un momento empecé a escuchar mucho la palabra Duki, Duki, Duki. Y yo decía: “¿Qué carajo es Duki?”. No sabía quién era. Lo empecé a buscar, a querer saber quién era. Después de muchísimo esfuerzo e intención logré que me diera una reunión. Y el día que lo conocí, él me cambió por completo. Me cambió todo.

-¿Por qué?

-Yo lo llamo un proceso de deconstrucción. Tuve que deconstruirme completamente: primero como empresario, después como persona. Pero sobre todo como persona. Por sus valores, por todo lo que vi en él, por lo que me demostró, por lo que cultivó. Me enseñó muchísimo, sin darse cuenta, de todo lo que era esto. Duko es una persona maravillosa. Yo siempre le cuento a mis amigos que fue de las primeras veces que un artista me dijo “te amo”, o que se preocupó por si yo había descansado o si estaba bien. Nosotros le dedicamos la vida al artista: hablo de mí, de mi compañía, de mis colaboradores. Es nuestra vida, se la dedicamos al artista. Y pocas veces eso vuelve. Y está bien que sea así, no hay que esperarlo. Esta generación de artistas, de chicos, de emprendedores, tiene una cantidad de valores tan buenos y tan lindos en los que nosotros podemos aprender, incluso retroalimentarnos con ellos.

-Habitualmente se habla de todo lo malo de la generación Z…

-Y yo lo veo al revés: para mí es la mejor generación que me tocó conocer.

-¿Por qué?

Recién hablábamos de Bizarrap, de Gonzalo, que está grabando acá. Y te digo: se puede quedar hasta mañana. Posiblemente diez, quince, veinte horas seguidas. Entonces cuando alguien me dice “esta generación no es comprometida, se aburre rápido”, yo pienso que el problema es nuestro, que los queremos forzar a hacer cosas que no aman. Cuando hacen lo que aman, pueden estar horas. Vas a ver chicos acá que llegan a las ocho o nueve de la mañana y están hasta las ocho de la noche, y después van a los shows y trabajan con una sonrisa y con alegría. Para mí es una generación muy comprometida, muy colaborativa. Todo lo que pasó en el movimiento artístico fue gracias a eso: a la colaboración. Me preguntabas por Colapinto. Es increíble. Franco fue un claro ejemplo de colaboración genuina. Gonza un día dijo: “Hay un chico, Franco, que está en Fórmula 3”. Y genuinamente hubo un deseo de acompañarlo, de apoyarlo. Franco es talentoso, como todos los de esta generación. Si no lo fuera, no estaría donde está. Son chicos que no le tienen miedo al mundo. Franco se fue solo a los 14 años a Italia, a perseguir su sueño. Dejó todo, no tuvo adolescencia, se entregó a su sueño y lo logró. Y posiblemente nada de eso hubiera sido posible sin ese valor que para mí es el más importante de esta generación: la colaboración. Ellos pueden competir entre ellos, sí. Pero no se enojan si al otro le va bien. Es sanísimo.

-¿Qué significó el video con Quevedo?

-Esa fue la primera canción argentina que llegó al número uno del mundo. Esa canción fue el primer gran hito, el primer paso que nos elevó y nos dijo: “Se puede. Podemos lograr esto”. Competíamos en ese momento con Harry Styles, y nos demostró que se podía. Que los hitos cada vez pueden ser más grandes. Esa canción tuvo mucho de enseñanza, por lo menos para mí, en la pérdida de ese miedo que existía de que “desde Argentina no se puede”. No existe ese techo. Porque durante mucho tiempo se pensó que lo mejor siempre era de afuera. Pero no, sí se puede. Y después hay muchos artistas de esta generación que están logrando hitos impensados. Algunos ya ni siquiera trabajan con nosotros, pero siguen logrando cosas enormes. Paco Amoroso y Catriel tocando en Japón, con japoneses cantando en español. Y son chicos que nacieron acá, en una plaza, con un sueño.

-Si uno mira tus números, son impresionantes. Dale Play tiene más de 420 shows, 87 ciudades, más de 100 artistas, más de 1000 canciones, 18 países, más de 30 mil millones de views en streams de tus artistas. Cuando ves todo eso junto, desde el origen hasta hoy, ¿qué sentís?

-Primero vértigo. Son muchos números. Siento mucho orgullo del equipo que logramos formar. Todo eso sería imposible sin un equipo que esté a la altura: que en un mismo día pueda haber cuatro shows en distintas ciudades del mundo, que se estén lanzando mil canciones en un año, o que haya más de 100 artistas en el sello, porque alguien tiene que estar detrás de todo eso. Por suerte, ya no es necesario que yo esté en todas esas cosas, y eso habla de que hay un equipo hermoso que trabaja, que se desalma. Creamos un contexto dentro de una compañía que me ayudó mi hermano a darle forma, con los valores que expresan quiénes somos y qué representamos. Y eso me da muchísimo orgullo. No sé a dónde llegaremos, pero me emociona pensar todo lo que todavía falta construir.

-Y aparte hay otra artista que no te pregunté, pero que también es fundamental en esta historia: Nicki Nicole. Fue la primera artista argentina en llegar a un show como el de Jimmy Fallon, que para nosotros es clave. ¿Ella sabía de quién se trataba?

-No, para nada. Nicki, yo siempre digo, es muy desfachatada, muy ella. Vive en su mundo, en su arte. Es una loca hermosa, talentosísima. En aquel momento, honestamente, nosotros buscamos que sucediera porque estaban pasando muchas cosas con su música y empezaban a pasar también muchas cosas en el mercado de Estados Unidos. Mandamos el material y dijeron que sí. Entonces, cuando le contamos que estaba la oportunidad de ir a Jimmy Fallon, ella honestamente no tenía ni idea de quién era. Y nada, fue otra de esas cuestiones, de esos hitos. Y hoy ya hay muchos artistas que fueron: Bizarrap, Paco Amoroso, Catriel, Nathy Peluso. Hay muchos que han ido, y eso es lo más lindo: empezamos a naturalizarlo, a decir “che, ya está”. Se creó algo tan grande, un ecosistema tan inmenso entre artistas, deportistas, generadores de contenido, emprendedores. Un ecosistema enorme que se retroalimenta entre sí, que no le tiene miedo al mundo, que colabora entre ellos y que nos da la oportunidad, como empresarios, como país, como industria, de aprovechar toda esa fuerza creativa. Tuvimos un sueño hace algunos años con Gonza, de crear su propia compañía de auriculares, parlantes. Eso fue hace tres años, y en breve se está lanzando. Me genera muchísima ilusión.

-Una anécdota que contaste en IDEA fue muy interesante: posteaste algo sobre uno de tus artistas, contabas su éxito, y te llegó un comentario no tan amigable. ¿Qué te decía?

-Dentro de la liviandad con que lo transité, fue un mensaje muy profundo. Era un posteo de una página sobre talento argentino. Hablaban muy lindo de mí, de los artistas, de lo que estábamos haciendo. Y entre los comentarios había uno que decía: “Por fin le conozco la cara al responsable cultural que me arruina los viajes en auto con mi hija, los días en la pileta. En mi casa se escuchaba Charly, Soda. Espero que algún día pida disculpas”. Por eso me gusta tocar este tema, porque seguramente muchos piensan eso.

-¿Y por qué creés que lo piensan?

-Es una cuestión de prejuicio generacional. Ni siquiera los condeno. Les pasó a Charly, a Spinetta, a Piazzolla. Hay un video de Piazzolla donde dice: “No sé si voy a decir una barbaridad, pero para mí están haciendo una nueva música de Buenos Aires”, hablando de Charly y Spinetta. Y lo decía con miedo, porque en ese momento los tangueros tradicionales los criticaban. El prejuicio es uno de los peores males de cualquier sociedad o generación. Yo tuve la suerte de haberme criado entre artistas y de haber aprendido a no juzgar el arte. Y en ese no juzgar descubrí un mundo hermoso. Invito a la audiencia a que deje la guardia un poco abajo, que charle con sus hijos, con sus nietos, con quien sea, y les pregunte por Milo J. Que descubran el arte de Milo J, el folclore del folclore, el pedazo de artista que es. Que descubran a Wos, que tiene una lírica y un rock en su máxima expresión, y que tiene un montón de cosas para compartir con ellos. También por YSY A, que podría decir que tiene mucho que ver con el Polaco Goyeneche. Tiene mucho que ver en esa ponderación porteña del tango, del arrabal, del lunfardo. Ellos lo dicen de otra manera, pero tienen mucho para decir y están creciendo. Además, componen todos. Son talentosísimos. Hay que animarse a hacer un doble clic, a descubrir, a también sacar maleza. No todo es lo mismo. Pero hay talento, y eso les va a permitir conectar con otra generación. Yo siempre digo: ese tipo que está sufriendo el viaje en auto con la hija, que le pone lo que le gusta escuchar a ella... Posiblemente, si un día dice “che, mi amor, poneme Milo J, poneme esto, poneme Duki, el último disco, poneme Paco y Catriel, poneme Cazzu, poneme lo que quieras”, ahí puede descubrir algo. Puede no gustarte pero lo que no se puede es discutir lo que está pasando.

-¿Cuáles son los miedos de un productor y cómo te preparás para enfrentarlos?

-Mirá, yo hablo mucho de eso con los artistas con los que trabajamos. Les digo siempre que esto es una rueda. A veces te toca estar acá arriba, a veces te toca estar acá abajo, y en algún momento vas a volver a subir. Pero siempre está la oportunidad, cuando sos coherente con tu arte, con tu visión, con lo que hacés. Y ellos lo entendieron perfectamente. Por eso existe esta cuestión colaborativa. Cuando a uno le toca estar abajo, entre ellos se empujan. Y si entrás en detalle, hay muchísimas personas y artistas que fueron clave para que toda esta rueda suceda. A mí me fascina. Y creo que lo que va a pasar todavía es infinitamente mayor.

-Son todos muy distintos los artistas con los que trabajás. ¿Cómo hacés para entenderlos, para acompañarlos en sus diferencias?

-Sí. Tienen búsquedas distintas. Pero hay algo que los une: la libertad. Vuelvo a esa primera charla con Duko, cuando lo conocí. Él, muy desafiante, me dijo: “¿Para qué te necesito? ¿Para qué te quiero?”. Me derrumbó el ego profesional y ejecutivo. Yo me creía importante.

-Y él te decía: “Estoy bien como estoy. No te necesito”...

-Y claro, hasta ese momento lo había hecho todo solo. Había sacado canciones, había tenido éxito. Si yo me ponía a discutir, a defenderme, probablemente hoy no estaría acá. Ahí entendí cuáles eran sus inquietudes. Una era la libertad: “Yo quiero hacer lo que quiera, como quiera, cuando quiera”. Y eso no implica que no haya plan, ni estrategia, ni sueños a largo plazo. Implica que tienen que ser parte de la mesa de decisión. Esta generación tiene que ser parte. Son activos. Nacieron con la información en la mano. Sienten que pueden, y, de hecho, pueden. Pero también necesitan acompañamiento. No tienen prejuicio. Entonces están abiertos a que alguien los potencie, los acompañe. Y eso está pasando. Los vínculos intergeneracionales ya están sucediendo en la música. Hoy algunos de los artistas más convocantes del país son Airbag, Lali, Miranda, Tan Biónica. Artistas que supieron entender cómo relacionarse con esta generación, cómo hablarles, cómo colaborar. Y no es casualidad que hoy sigan siendo los más convocantes.

-¿Es mito o realidad eso de que Duki llena Vélez, se agotan las entradas en segundos y hay que sacar otra fecha y no lo podían ubicar a él?

-Sí, es cierto. Pero la historia detrás de eso es más profunda. Tiene que ver con sus luchas internas, con sus tiempos. Hablo de Duki, pero también de toda una generación —mal o bien llamada— de cristal. Porque les pasó todo muy rápido. Y esa vorágine, en aquel momento, sacamos el primer Vélez, el segundo, el tercero, parecía una locura. Se agotaban las entradas en horas. Y en un momento él desapareció. No aparecía, no confirmaba. Y tenía que ver con eso: con sufrir el éxito, la exposición, con entender lo que le estaba pasando. Hay una frase de Wos donde él dice: “si somos la generación de cristal por lo transparente. Bienvenido sea”.

-¿Muchas veces el éxito también genera otras sensaciones?

-Son artistas que transitaron el éxito de manera muy rápida, y que algunos lo atravesaron de forma más hostil o peligrosa. En aquel momento, cuando fue el primer Vélez, el segundo, el tercero, fue el primer gran acontecimiento de venta masiva de un artista de esa generación. Y sí, obviamente nos costó tomar decisiones con él, porque en un momento desapareció, en el buen sentido. Transitar todo lo que le pasó a él, y a muchos de los chicos que atravesaron ese proceso tan vertiginoso, no fue fácil. La exposición, el sentirse juzgados todo el tiempo, el pasar de un día para el otro de una escala muy chica a una exposición inmensa, no fue fácil para ninguno. Es una generación muy genuina, que deja salir sus sentimientos, muy transparente, mal o bien llamada “de cristal”. A nosotros nos enseñaron a guardarnos todo, a ir para adelante, a no frenar. Ellos vienen a mostrarnos otra forma de relacionarse con sus emociones, con lo que les pasa. Nacieron expuestos, nacieron contándolo. Y creo que es importante prestarles atención, no juzgarlos, aprender de esa sensibilidad. Poder sentirse mal, poder tener un día vulnerable. Y a su vez, acompañarlos en equilibrar eso, estar atentos a lo que les pasa. Nosotros nos apoyamos mucho en las familias; son el buffer más importante. En el caso puntual de Duko, todo lo que pasó y cómo lo atravesó, sin su familia hubiera sido mucho más difícil. Es un tema que me gusta tocar, me gusta hablar, desmitificar, porque creo que tiene que ser parte de la conversación.

-¿Cómo se identifica a un “distinto”?

-Creo que es algo innato, que se percibe. El día que entró Mauro, Duko, por la puerta, me generó algo, un aura. Y no tenía tanto que ver con su música, que en ese momento conocía poco, sino con él. Lo mismo me pasó con Biza: la primera vez que hablé con él, me habló de música desde los años 20 hasta lo que había salido el día anterior, con una profundidad y una claridad increíbles. Es un distinto. Y así podría hablar de muchos. Yo trato de no tener prejuicios, de dejarme llevar por lo que veo, por lo que siento, por lo que transmiten. Y sobre todo me gusta ver lo que generan en los demás. Fui a buscar a Duki por la cara de emoción de los chicos que lo escuchaban, por lo que significaba él para ellos.

-¿Cómo imaginás el futuro de Dale Play?

-Hoy Dale Play ya se transformó en un paraguas de muchas compañías. Creció mucho. Es sello discográfico, compañía de management, promotora de conciertos, desarrolladora de marcas. Estamos lanzando empresas de make up, beauty, fashion, electronics. Estamos invirtiendo en arenas, teatros, en muchos países, sobre todo en Argentina. Yo sigo creyendo totalmente en este país. A mí Argentina me dio todo. No me sumo a la idea de que es un país imposible. Es complejo, sí, pero nací profesionalmente en el 2001 y me fue muy bien. Creo que se puede crecer en Argentina. Hay una nueva generación de emprendedores que me gustaría acompañar, apoyar y ayudar a crear valor. Me veo desde mi rol y desde la compañía ayudando a alcanzar nuevos hitos.

-Si te doy el 100% del capital de Argentina, ¿dónde lo invertís?

-En Banfield (se ríe). En educación, sin dudas. Y en acompañar proyectos de jóvenes emprendedores. Dentro de la compañía tenemos un vertical de innovación social. Lo llamamos así: innovación social. Desde ahí vamos a impulsar proyectos relacionados con la salud mental de esta generación, porque es parte esencial. Si tuviera que responder de forma estructurada: educación, salud y acompañar a emprendedores para crear valor y compañías. Hay una gran oportunidad en lo que viene: la industria del conocimiento, la ciencia, el entretenimiento, el deporte, todo lo que implique experiencia en vivo. El disfrute, el encuentro, el compartir fuera de la pantalla. Son industrias que van a crecer muchísimo y hay mucho para innovar y desarrollar ahí. Por eso tenemos el foco puesto ahí.

-Te quería preguntar algo más: me hablaron de Goyeneche y del tío Cholo.

-Mi tío Cholo fue una persona clave en mi vida y en mi familia. Muy amigo de Goyeneche. Cuando yo tenía 14 o 15 años, él quería todo el tiempo que escuchara tango, que leyera las letras, que conociera a Julio Sosa. Y yo, en esa edad, le decía que no. Pero él siempre terminaba diciéndome: “Tranquilo, Fede, el tango te espera”. Y tenía razón, porque el tango siempre te llega. Por eso, cuando hablo de esta generación de artistas, le digo a la gente: esta generación está sucediendo, está pasando, está conquistando el mundo. Y los están esperando. Descúbranlos. Vale la pena. Ellos los esperan.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/negocios/como-es-la-historia-del-creador-de-talento-argentino-que-conquista-el-mundo-nid13112025/

Comentarios
Volver arriba