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Los domingos en “modo avión”

“Ya sé que estás de vacaciones, pero te molesto igual”. Esa fue la frase que más leí -y sufrí- el pasado verano, mientras intentaba hacer lo que habitualmente uno hace cuando se toma un de...

“Ya sé que estás de vacaciones, pero te molesto igual”. Esa fue la frase que más leí -y sufrí- el pasado verano, mientras intentaba hacer lo que habitualmente uno hace cuando se toma un descanso (léase: no trabajar), en la pantalla de mi celular.

Desde luego, no todo el mundo tiene por qué saber que se está de receso, pero yo había sido precavida: había cambiado la imagen de perfil en WhatsApp y reemplazado el clásico retrato personal por un cartelito algo antipático, aunque necesario: “Cerrado por vacaciones”.

Así, confié en que aquel que tuviera la necesidad de contactarme por temas laborales iba a leer el anuncio y refrenar el impulso de enviar una gacetilla de prensa a las cuatro de la mañana o de llamar para proponer una entrevista absolutamente prorrogable un miércoles pasada la medianoche . No funcionó. “Pero te molesto igual…”, era el descarado subterfugio.

De repente me sentí Larry David, cuando en un episodio de su políticamente incorrecta serie Curb Your Enthusiasm se pregunta cuál es la hora límite para contactar por teléfono. En el capítulo, estrenado en el año 2000 -no es un dato menor-, se establece que hay un margen borroso entre las 22 y las 22.30, que de ninguna manera debe cruzarse -salvo en urgencias incuestionables, claro-.

Siempre adherí a esta idea, como una cuestión de etiqueta y del más primordial sentido común: solo muy pocas cosas no pueden esperar hasta la mañana siguiente.

Así vivimos casi todos, con una saludable normalidad, hasta 2020. ¿Recuerda usted ese momento? Sí, fue el año en el que pensamos que “saldríamos mejores” de eso que nos aconteció a nivel mundial y para lo cual no estábamos preparados. Pues no, cinco años después ya nos hemos dado cuenta de que eso no ocurrió, y que perdimos tanto más de lo que supusimos. Perdimos algunas convenciones, perdimos ciertos modales. “Te molesto igual…” es un equivalente ligeramente más refinado de “No me importa tu tiempo ni tu vida privada”.

Pero esta historia termina bien. Porque con los pies en la arena, el celular fatigado de mensajes y la indignación al límite, recordé una entrevista que había leído años atrás a Tiffany Shlain, creadora del “shabat tecnológico”. Esta artista de 55 años, que también fue una pionera del universo digital -cofundó los Premios Webby, a la excelencia en internet-, relataba cómo un día, mientras su padre agonizaba, sus hijas la reclamaban, había perdido conexión con su marido y no podía pensar con claridad, comprendió que necesitaba volver a experimentar el tiempo de otra manera y apagó sus dispositivos.

El resultado fue elocuente. Shlain hablaba de cómo esas 24 horas de no estar disponible para todo el mundo volvieron a rendir: “Me sentí una mejor madre, esposa y persona”.

Inspirada por aquella lectura, en esas vacaciones incorporé el shabat tecnológico a mi vida. Lo que ocurrió fue esto: cada domingo, con el celular en “modo avión”, volví a mirar por la ventana. También a cocinar con placer, a leer con una concentración muy superior a la de cualquier otro día. Escucho discos de corrido, atiendo mis plantas, tengo charlas profundas, siento -sin proponérmelo- las texturas de las prendas sobre mi piel, duermo de maravillas y abro mi cuaderno para soñar a mano alzada con lo que deseo. En síntesis: en ese día, en el que no le permito a nadie afectar mi humor -excepto a la gente con quien elijo compartir-, escucho todo lo que mi interior tiene para decirme; vuelvo a ese mundo salvaje que soy, huelo el mar en la ciudad, me enamoro de la vida.

No fue fácil. Lo más arduo fue perder el temor a no estar localizable si ocurre “algo”. Pero, ¿cómo hacíamos antes? Crecí hasta los 12 años sin teléfono en casa. Sobrevivimos todos. Nos enteramos de lo indispensable siempre.

Hay algo más: la desconexión me dignifica y me permite volver a apreciar las bondades de la tecnología. Especialmente una: ese botón que dice “Off”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/los-domingos-en-modo-avion-nid18092025/

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