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Rosales: cómo lograr que sigan floreciendo todo el verano

La primera floración de los rosales suele ser la más intensa, una verdadera explosión de color y perfume que marca el inicio de la temporada. Pero con el paso de las semanas, ese brillo i...

La primera floración de los rosales suele ser la más intensa, una verdadera explosión de color y perfume que marca el inicio de la temporada.

Pero con el paso de las semanas, ese brillo inicial puede apagarse si la planta no recibe los cuidados adecuados. La buena noticia: con algunos gestos simples y a tiempo se puede extender el ciclo de floración y disfrutar de rosas nuevas hasta bien entrado el verano (e incluso el otoño).

El secreto está en observar el ritmo de la planta y acompañarlo porque los rosales, a diferencia de otras especies, no florecen de manera continua por sí solos: necesitan pequeñas intervenciones que los estimulen a producir nuevos brotes.

Cortar las flores marchitas

Una vez que las rosas alcanzaron su punto máximo y comienzan a secarse, conviene retirarlas. Quitar las flores viejas desde el tallo —justo por encima de una yema nueva— ayuda a que la planta concentre su energía en desarrollar nuevos brotes florales en lugar de formar frutos o semillas.

Además de estimular una segunda floración, esta práctica mejora la estética general del arbusto y evita la aparición de enfermedades en pétalos y tallos. Si se realiza de manera regular, el rosal mantiene un aspecto fresco durante toda la temporada.

Regar con criterio

El agua es esencial, pero un exceso o falta pueden afectar la floración. Lo ideal es regar en la base del rosal, directamente sobre la tierra, evitando mojar hojas y flores, ya que la humedad superficial favorece hongos y manchas.

En primavera y verano, el riego puede realizarse cada 10 a 15 días, ajustando según el clima. Los rosales prefieren riegos profundos y espaciados, que promuevan raíces fuertes, antes que aportes superficiales frecuentes. Si llueve con regularidad, se puede reducir la frecuencia de riego.

Un truco útil es colocar una capa de mantillo o mulch alrededor del pie del rosal para conservar la humedad y reducir la evaporación, sobre todo en los días más calurosos.

Alimentar el suelo

Florecer demanda energía y después de la primera tanda de flores, el rosal necesita nutrientes para continuar produciendo nuevos pimpollos. Incorporar compost maduro o humus de lombriz es una forma natural de reponer esa energía.

También pueden utilizarse fertilizantes minerales balanceados ricos en potasio y fósforo, que estimulan la floración y fortalecen el sistema radicular.

El truco está en abonar en el momento justo: una vez que se retiraron las flores viejas y comienzan a aparecer nuevos brotes.

Un suelo vivo, aireado y fértil se traduce en rosas más sanas, colores más intensos y fragancias más marcadas

Entorno limpio y protegido

El espacio que rodea al rosal es tan importante como la planta misma. Retirar malezas, hojas secas o restos de flores evita que se acumulen plagas y mejora la ventilación. Un pie limpio también facilita la absorción del agua y los nutrientes.

Para cuidar la humedad y proteger las raíces del calor, se puede cubrir la base del rosal con paja, corteza triturada o chips de madera. Otra opción es plantar especies compañeras, como lavandas, verbenas o salvias que, además de decorar, atraen polinizadores y ayudan a mantener alejadas ciertas plagas.

Vigilar plagas

Las rosas son irresistibles… incluso para los insectos. Las hormigas, por ejemplo, pueden afectar el desarrollo de los brotes tiernos y favorecer la aparición de pulgones. Conviene controlarlas con cebos o productos específicos para suelo, evitando el uso de insecticidas de amplio espectro que dañan abejas y mariposas.

También es importante revisar el follaje con frecuencia: si aparecen manchas negras, polvillo blanco o puntos amarillos, probablemente haya hongos. En esos casos, es clave podar las hojas afectadas y aplicar un fungicida suave, preferentemente orgánico.

Una planta sana, bien nutrida y con buena circulación de aire, será menos propensa a enfermarse

Cuidar un rosal en plena floración requiere constancia y atención. Cortar lo que se marchita, regar con sentido, alimentar el suelo y mantener el entorno limpio son cuidados simples que prolongan la vida de las flores.

Cuando se los atiende con paciencia, los rosales responden con nuevas ramas, más brotes y un perfume que se renueva. Y así, el jardín se llena otra vez de color, como si fuera primavera todos los días.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-jardin/rosales-como-lograr-que-sigan-floreciendo-todo-el-verano-nid15112025/

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