Una medida que no necesita de disfraces discursivos
Un denodado esfuerzo se hizo desde el Gobierno y quienes lo apoyan por decir una y otra vez que la fugaz baja a cero de los Derechos de Exportación (DEX) a los granos benefició a los productores ...
Un denodado esfuerzo se hizo desde el Gobierno y quienes lo apoyan por decir una y otra vez que la fugaz baja a cero de los Derechos de Exportación (DEX) a los granos benefició a los productores agropecuarios. Desde los encumbrados miembros del equipo del ministro de Economía, Luis Caputo, hasta los alcahuetes de turno que abundan en las redes sociales el mensaje pretendió ser unívoco: el campo se benefició. No faltó hasta quién dijo que había que pedir perdón a los funcionarios por haber objetado la medida. Eso ocurrió pocos días después que la exportación convalidara en el mercado de granos valores superiores a los ofertados en Chicago. “¿Ven que están pagando más?”, decían.
Personas que jamás expresaron interés por los vaivenes del mercado de granos, que tiene diferentes momentos y necesidades de oferentes y demandantes y puede reflejar valores superiores a los internacionales de referencia, de pronto se volvían expertos. Todo para acallar las voces críticas.
Hasta el propio presidente de la Nación, Javier Milei, atribuyó razones políticas a quienes cuestionaban la medida por la brevedad de la decisión, y presentó datos sobre valores más bajos previos al decreto 682.
En rigor, tanto esfuerzo podría calificarse de vano. Si bien es cierto que hubo productores que lograron realizar ventas tanto en el disponible como en el forward es más que evidente que no todos tuvieron la misma capacidad de reacción. También es cierto que el Gobierno dijo, al anunciar los DEX al cero, que la medida iba a estar vigente hasta el 31 de octubre o hasta que se alcanzaran DJVE por US$7000 millones, lo que ocurriera primero. Sin embargo, 24 horas antes del cierre de la medida ni los propios exportadores creían que la “canilla” se iba a cerrar apenas 72 horas después de anunciada.
En vez de recurrir a la cruda verdad, se pretendió disfrazarla. Claramente, la medida fue adoptada frente a la urgencia cambiaria cuando las cotizaciones de dólar rompían los límites del techo de la banda fijada por el propio Gobierno y el riesgo país estaba en una escala ascendente. Fue también una decisión que se tomó en paralelo con el respaldo de los Estados Unidos. “Había que mostrar que se estaba haciendo algo desde acá”, explicó una fuente cercana a las negociaciones.
En todo caso, lo que quedó en evidencia es que cuando hay una emergencia y una turbulencia capaz de tirar todo abajo, el que responde es el campo. Ni Vaca Muerta ni la minería, al que tanto apoyo se le da con instrumentos como el RIGI, tienen los dólares suficientes como para cubrir el rojo. Por supuesto que las inversiones y el crecimiento de estos sectores son bienvenidos: el campo padeció bastante las dicotomías con otras actividades, como la industria, pero el “poder de fuego” que tiene el agro no se condice con la puesta en marcha de medidas de largo plazo que le permitan dar un salto productivo.
El shock de los US$7000 millones obtenidos en pocos días no debería ocultar otros datos preocupantes que se dieron a conocer en los últimos días. Por ejemplo, en la proyección sobre la cosecha de granos gruesos que presentó la Bolsa de Cereales de Buenos Aires para el ciclo 2025/26 se calculó que el área sembrada con soja retrocederá un 4,3%, con 17,6 millones de hectáreas y un volumen de cosecha de 48 millones de toneladas.
La caída es a expensas del crecimiento de otros cultivos como el maíz y el girasol que exhiben crecimientos del 9,9% y 22,7% respectivamente. En el global, la cosecha de los principales cultivos llegaría a 142,6 millones de toneladas.
“Estos 143 millones de toneladas no son tan distintos a los 140 millones de 2018-2019. Claramente no estamos en un proceso de crecimiento”, expresó Ramiro Costa, economista jefe de la Bolsa de Cereales porteña y añadió: “cuando vemos la evolución de países competidores, como Brasil, nos damos cuenta de que estamos absolutamente estancados. La Argentina tendría que estar hablando de 150 o 155 millones de toneladas como normal, no 130 millones como en los últimos años”. En definitiva, el campo no está despegando como podría hacerlo. Y se sabe por qué: las retenciones están vivas.
Si el Gobierno no puede hacer más de lo que hace porque las condiciones macroeconómicas no se lo permiten y debe tomar medidas de emergencia para evitar que la situación estalle sería más conveniente que hable con la verdad y no intente maquillar la realidad: quienes confían que en el mediano plazo continuará bajando la presión tributaria lo seguirán apoyando. La gente no es tonta.