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Cinco plantas que amamos porque no se cansan de florecer

Hay plantas que parecen no conocer la palabra descanso. Mientras otras especies florecen apenas unas semanas y después se repliegan, ellas siguen llenando de color los canteros desde la primavera ...

Hay plantas que parecen no conocer la palabra descanso. Mientras otras especies florecen apenas unas semanas y después se repliegan, ellas siguen llenando de color los canteros desde la primavera hasta el otoño.

Son las que dan la sensación de que el jardín se hizo solo, aunque detrás haya un acierto de diseño: elegir especies generosas, persistentes y vitales que no exigen demasiado y lo devuelven todo.

Estas cinco especies son de esas que se aprenden a admirar con los años: resistentes, con floraciones largas y un espíritu imparable

Salvia leucantha

De porte elegante y aire silvestre, la salvia leucantha despliega espigas aterciopeladas de un violeta intenso que parecen brillar bajo el sol.

Es una herbácea perenne que rebrota cada primavera y, una vez instalada, no deja de florecer hasta que llega el frío.

Prefiere el pleno sol, los suelos bien drenados y no necesita más que una poda ligera al final de la temporada para renovarse.

Su secreto está en la constancia: florece desde noviembre hasta casi mayo, aportando estructura y movimiento al jardín. Además, atrae mariposas, colibríes y miradas.

Tiene la virtud de conjugar color, textura y perfume con una facilidad asombrosa

Gaura lindheimeri

Ligera, etérea y persistente, la gaura tiene el encanto de lo que parece frágil pero no lo es. Sus finos tallos se hamacan con el viento y sostienen pequeñas flores blancas o rosadas que se abren una tras otra, casi sin pausa.

Tolera el sol pleno y la falta de agua y se adapta con naturalidad a los jardines informales, a los bordes de canteros o incluso a macetas grandes.

Si se la recorta suavemente cuando decae la floración, vuelve a brotar con fuerza. Su aspecto suelto y liviano aporta un aire de libertad difícil de igualar.

Canna × hybrida

Con su follaje exuberante y sus flores de colores intensos —del amarillo al rojo profundo—, la achira tiene un alma tropical que transforma cualquier rincón.

Es una planta de crecimiento vigoroso, amante del sol y de los suelos húmedos, aunque también se adapta a la media sombra.

Durante los meses cálidos, florece de manera casi continua; cuando llega el invierno, se toma un descanso y conviene podarla para que vuelva a brotar con más fuerza en primavera.

Symphyotrichum spp.

Si el verano tiene su intensidad, el otoño encuentra en los ásteres su expresión más delicada. Estas herbáceas perennes despliegan cientos de pequeñas flores en tonos lilas, blancos o rosados, que cubren por completo los tallos y prolongan el espectáculo floral cuando muchas otras especies ya empiezan a apagarse.

Prefieren el sol, aunque también prosperan en media sombra, y agradecen suelos fértiles y bien drenados. Son perfectas para acompañar gramíneas o para cerrar la temporada con un estallido de color suave pero persistente. En grupo, arman verdaderas nubes floridas.

Sisyrinchium palmifolium

Nativa y siempreverde, esta especie argentina también llamada canchalagua amarilla tiene una elegancia discreta.

Forma matas de hojas angostas y brillantes, de las que surgen, durante meses, delgadas varas coronadas por flores amarillas que se abren con el sol y se cierran al caer la tarde.

Le gusta el sol pleno y prefiere los suelos húmedos pero con buen drenaje. Florece desde octubre hasta bien entrado mayo.

Tiene esa mezcla perfecta entre rusticidad y belleza natural, ideal para quienes buscan un jardín con identidad local, bajo mantenimiento y una floración que parece no apagarse nunca.

Para que sigan floreciendo

La constancia tiene sus trucos. Todas estas especies agradecen una buena elección del lugar (según su necesidad de luz), un riego parejo sin excesos y la eliminación de las flores secas, que estimula nuevas oleadas de floración.

Una dosis ligera de fertilizante orgánico al comienzo de la temporada ayuda, pero lo esencial es no interrumpir su ritmo natural: dejarlas crecer, podar solo lo necesario y permitir que su ciclo se repita.

Así, año tras año, estas plantas imparables cumplen su promesa: un jardín vivo, generoso y lleno de flores cuando más las necesitamos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-jardin/cinco-plantas-que-amamos-porque-no-se-cansan-de-florecer-nid15112025/

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