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La hora de la desaparición: un cuento de horror para una noche de brujas

La hora de la desaparición (Weapons, Estados Unidos/2025). Guion y dirección: Zach Cregger. Fotografía: Larkin Seiple. Edición: Joe Murphy. Elenco: Julia Garner, Josh Brolin, Alden Ehrenreich, ...

La hora de la desaparición (Weapons, Estados Unidos/2025). Guion y dirección: Zach Cregger. Fotografía: Larkin Seiple. Edición: Joe Murphy. Elenco: Julia Garner, Josh Brolin, Alden Ehrenreich, Amy Madigan, Cary Christopher, Benedict Wong, Austin Abrams. Calificación: Apta para mayores de 16 años. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 128 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

“Somos los únicos que quedamos”, susurra la maestra Justine Gandy (Julia Garner) al pequeño Alex (Cary Christopher), el único alumno de su tercer grado que no ha desaparecido. Así comienza La hora de la desaparición, la segunda película de Zach Cregger, director que causó sensación -y buenos números de taquilla- con su opera prima Bárbaro (2022), y ahora busca darle una vuelta de tuerca a los cuentos de hadas en clave de espeluznante terror. La voz anónima que nos presenta la historia es la de un niño, no Alex, quizás la de alguno de los desaparecidos de una escuela primaria en el plácido pueblo de Maybrook.

Un día como cualquier otro, a las 2.17 de la madrugada, 17 alumnos de la señorita Gandy se levantaron de sus camas, enfilaron hacia las puertas de sus casas, y desaparecieron en la oscuridad, corriendo con los brazos abiertos como si volaran. Solo quedaron como registro del misterio, las imágenes granuladas de las cámaras de seguridad hogareña. Los días pasaron y la policía no encontró pista alguna sobre su paradero. En el colegio los padres de los desaparecidos reclamaron respuestas, y la señorita Gandy se convirtió en el blanco de una furia creciente. ¿Quién sabe qué fue lo que pasó?

Cregger comienza con un señuelo similar al de su película anterior: una situación cotidiana, un entorno conocido, el acecho de un peligro en la oscuridad. En Bárbaro el ambiente era una casita en alquiler temporario en la que una joven afroamericana debía alojarse durante una terrible tormenta hasta descubrir la presencia de un ocupante inesperado. La convivencia asimilaba el impacto de la inicial incomodidad y los fantasmas de tensiones raciales y de género enrarecían la situación hasta presentar el verdadero enigma desde las profundidades del sótano. “Nada es lo que parece”, nos advertía entonces el director, y no solo demostraba ser un hábil jugador con las coordenadas del terror, sino también un astuto manipulador de las expectativas de sus desprevenidos espectadores.

La hora de la desaparición también recurre a una estructura atípica, incluso más ambiciosa que en su película anterior. Después de presentado el misterio de la masiva desaparición, con su hora fatídica, sus investigaciones empantanadas y una creciente tensión en la pacífica Maybrook, la película fractura el relato en sucesivos puntos de vista, distintas piezas de un rompecabezas que recién al final ofrecerá las respuestas. La primera presencia es la de la maestra, envuelta en sospechas y acusaciones que parecen acorralarla en su propia casa. “Algo debe saber”, gritan los padres enfurecidos resaltando que solo los alumnos de su clase han desaparecido. Refugiada en el alcohol y en una noche de sexo casual con Paul (Alden Ehrenreich), policía local con el que parece tener una historia pendiente, Grady pierde el trabajo, el sueño por las noches y recibe un bautismo en letras rojas sobre su auto: Bruja.

La historia se despliega luego hacia otras miradas, algunas esenciales, como la de Archer Graff (Josh Brolin), padre de uno de los niños desaparecidos, y la de Alex, ese tímido sobreviviente que asiste en silencio a una nueva clase, asediado por la prensa y los interrogatorios de las autoridades, y otras que resultan algo tramposas, personajes que contribuyen a mover la trama y rellenar los huecos del misterio. Pero lo esencial en el trabajo de Cregger, más allá de sus artilugios narrativos y sus altas dosis de sangre y gore, es el notable manejo de puesta en escena, que consigue instalar una inquietud persistente, ominosa, que no recurre a golpes de efecto más allá de los necesarios, que elige con astucia los encuadres para limitar la visión y engrandecer lo oculto en el fuera de campo, y que apela a los miedos más primitivos, irracionales, arraigados en el inconsciente de todos los espectadores.

Además, la película se da el lujo de asestar efectivos golpes de humor y una mirada irónica y amarga sobre esa vida doméstica sacudida de manera imprevista e irreversible. Salvo algunos de los gags más evidentes, que involucran a James (Austin Abrams), un ladronzuelo adicto que se ve envuelto en los sucesos de manera un tanto arbitraria, La hora de las desaparición revela el ridículo de una vida de pretendidas seguridades, el deterioro como algo más oscuro y penetrante que la muerte, y las relaciones humanas como un enclave profundo y misterioso de todo lo que somos, el egoísmo, la violencia, el temor a la soledad, y a las pesadillas que no se acaban cuando abrimos los ojos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/la-hora-de-la-desaparicion-un-cuento-de-horror-para-una-noche-de-brujas-nid07082025/

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