Reseña: La niña que no vio los besos, de Gigliola Zecchin
Memorias de la infancia: de la guerra, el hambre, el frío, la vida cotidiana en una familia numerosa, los primeros amores, los juegos, los miedos, la muerte, el larguísimo viaje en barco de Europ...
Memorias de la infancia: de la guerra, el hambre, el frío, la vida cotidiana en una familia numerosa, los primeros amores, los juegos, los miedos, la muerte, el larguísimo viaje en barco de Europa a América con la Argentina como tierra de esperanza y como promesa del reencuentro con los hermanos mayores que se habían lanzado tiempo antes a la travesía. En La niña que no vio los besos, un conmovedor libro de los primeros años de su vida en la ciudad natal y en un pueblo italiano en tiempos de pobreza y guerra, Gigliola Zecchin (Vicenza, 1942), conocida popularmente como Canela, reúne recuerdos nítidos y reconstruidos, anécdotas cándidas y experiencias que la marcaron a fuego. Todo narrado desde la mirada de una niña, la menor de once hermanos, con sutiles pero precisas acotaciones breves que funcionan como notas al pie ancladas en el presente. “La niña no recuerda, esto es lo que le contaron” es una de ellas.
“Las historias de familia son parte de una herencia que valoro mucho. La memoria se construye con imágenes confusas que crecen con la escritura. Es un tejido de frágiles momentos, recuerdos jubilosos y heridas que no siempre cierran”, escribe Canela al final. “En estas páginas reencontré a la niña que fui y encontré a la mujer que soy”, remata al mirar hacia atrás en un logrado ejercicio literario que combina ficción, ensayo, poesía y registro de diario íntimo. “Nunca dije nada. Hasta ahora”, revela en un capítulo cuando reconstruye una escena tenebrosa, en casa de un adulto, que le hizo caer las lágrimas y sentirse una “niña sucia” aunque aquella niña no entendió en aquel momento qué le había sucedido.
Las reproducciones de cartas y postales que ilustran las solapas internas y las guardas de tapa y contratapa remiten a las fuentes que le sirvieron a la autora para reconstruir algunas escenas y diálogos, que mezclan frases en italiano, su primera lengua, y el dialecto del Véneto.
La muerte del padre, anunciada desde las primeras páginas, deja a la niña desconcertada: “No entendía la ceremonia de la muerte. No sabía que alguien podía morirse fuera de la guerra”, cuenta Canela, que inmigró a la Argentina junto con su madre y hermanas en 1952 y se convirtió en autora de más de cuarenta títulos entre libros infantiles y para adultos y en referente de la edición de literatura infantil en el país, después de una importante carrera como conductora de televisión.
Luminoso y sombrío al mismo tiempo, no es un libro en el que reine la nostalgia o la melancolía por el tiempo pasado sino, más bien, la sensibilidad y la poesía. El dolor se narra desde la ternura y la incertidumbre, desde la esperanza. Una historia testimonial, con toques de humor, que se lee incluso con las ganas de un novelón basado en hechos reales.
La niña que no vio los besos
Por Gigliola Zecchin (Canela)
Edhasa
Páginas 172
Precio $ 28.900